Ramalingan, el hombre de la mirada perdida. Es un senhor mayor, mayorcisimo. Y pequenho, pequenhisimo. Callado, solitario, atraviesa la obra como si fuera un fantasma y se pone a trabajar aislado del mundo. Carretando tierra, cavando una zanja, haciendo un murete...que luego pisa para comprimir, concienzuda pero inutilmente, una y otra vez, las veces que haga falta. Cuando acaba el dia, se sube a su enorme bicicleta y pedalea con resignado esfuerzo, la mirada clavada en el suelo pero sin ver los charcos, atravesando el bosque como un viento lento y silencioso.
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